“Surge. Seabed series”, 2020.
Texto de Carles el Saure.

(castellano)

Primero fue el lienzo: blanco, raso, como un muro de altura superior. El lienzo absorbía, anulaba todas las claridades que se desprendían de mis ojos. Después fue el hierro. Cadáveres del hierro después de una tormenta, despellejados, desarraigados. Como con otoño. El hierro tomaba, anulaba todas las formas que se desprendían de mis manos, como un esqueleto de la dureza.

Después el mar entró en mis ojos como a una cueva de sombras azules con el fondo lleno de cantos rodados y me dejó los párpados abiertos como un cormorán con las alas tendidas al sol. La blancura del lienzo y las hojas del hierro se encontraron bajo el agua. Vinieron los días de sol, mis manos ácidas, los días de sembrarme en semillas de hierro, los días de lluvia, los días de nutrirse los unos a los otros (el cuerpo, el lienzo, los metales), el viento. Vinieron las germinaciones de la dureza en una carne de libertad, las floraciones de átomos como los crepúsculos: nubes de oro, nieblas de cobalto, relieves manaron en mis ojos. Como de un cielo, del lienzo surgía el cuerpo del mar. Como de una tierra, emergía del hierro el interior del mar. Y de los óxidos brotaban las algas, las medusas, los peces, en el tiempo (óxidos: latidos!).

Todo lo desprendido flota: cuerpos, relieves en el agua, y el mar, nadando. Sueños de líquenes dorados en claridades azules, sombras en el aliento de las olas, todo lo desprendido: cabellos de música como medusas de seda; labios mirando, preguntando desde otro mundo como afilados peces; fantasmas de fuego oscuro como algas, gorgonias. Líneas, suavidades bajo el agua (brotes, desprendimientos).

Hasta que el mar se replegó en el lienzo, el movimiento en la línea, los óxidos en las valvas del tiempo. Después de caer, las hojas metálicas retornaron a sus árboles como olas, y la blancura a su silencio como una respiración. El hierro fue duro y brillante en el aire, y el silencio, lejanía, desistimiento.

Hace unos meses encontraré en un campo abandonado vegetales metálicos, hierros agonizantes, desangrándose. Hace unos meses el lienzo blanco, todo libertad, continuará durmiendo o muriendo en la lisura o la lejanía. Se mezclaran el hierro y el lienzo y mis manos y mis ojos bajo los meteoros, y vinieron los óxidos y las líneas suaves (sedas negras) y las claridades del mar en que surgen los seres!

“Surge. Seabed series” , 2020.
By Carles el Saure.

Traducción de Avelina Ferreiro
(English)

First was the canvas: white, satin, like a tall wall. The canvas absorbed, removing all clarity that came from my eyes. Then there was the iron. Iron corpses after a storm, skinned, uprooted. Just like autumn. The iron took, removing all the patterns from my hands, like the hardness of a skeleton.

Then the sea entered my eyes like a cave of blue shadows and boulders along the seabed and left my eyelids open like a cormorant with its wings stretched out in the sun. The whiteness of the canvas and the iron sheets met underwater. The days of sun came, my acid hands, the days of sowing myself in iron seeds, the days of rain, the days of nurturing each other (the body, the canvas, the metals), the wind. The germination of growth came into a flesh of freedom, the blooms of atoms like twilights: golden clouds, cobalt mist, relief flowed into my eyes. As from the sky, the body of the sea emerged from the canvas. As from the land, the interior of the sea emerged from the iron. And from the oxides sprouted the algae, the jellyfish, the fish, in time (oxides: beats!).

Everything detached floats: bodies, aided in the water, and the sea, swims. Dreams of golden lichens in the clear blue, shadows in the ebb and flow of the waves, all that is detached: music locks like silk jellyfish; lips looking, asking from another world like searing fish; dark fire ghosts like algae, gorgonians. Lines, under water smoothness (shoots, detachments).

Until the sea fell back on the canvas, the movement on the line, the oxides in the shells of time. After falling, the metallic leaves returned to their trees like waves, and the whiteness to their breath of silence. The iron was hard and shiny in the air, and the silence, remoteness, withdrawal.

A few months ago I found in an abandoned field metallic vegetables, dying irons, bleeding to death. A few months ago the white canvas, independently, will continue sleeping or dying in the smoothness or the remoteness. The iron and the canvas and my hands and my eyes will mix under the meteors, and then will come the oxides and the smooth lines (black silk) and the clearness of the sea in which beings emerge!